Sueño sin Acontecer


¿Cómo amar a alguien y a la vez herirlo?

En los animales es una herramienta poderosa para garantizar la supervivencia de las especies. En los humanos quizás es por errores de la imperfección, quizás por los desvíos del camino de Dios, quizás porque Satanás sigue destruyendo las mentes de los más débiles, quizás porque no tenemos fuerza de voluntad, quizás porque sutilmente no supimos medir las consecuencias de los actos.

Quizás amar a alguien y herirlo signifique amarlo tanto, como para herirlo y saber que esa persona no debe de estar con uno, porque uno sabe en su interior que no puedo ser lo mejor.

Es una farsa el amor, del tipo de colmenas de avispas y no de abejas pensé después de sentir el desprecio de una persona que tanto ame, y después quise conseguir ese amor y refugios en otros seres, intentando volar a lo alto dejándome caer todos los días.

Que todos los días me soplara el viento y me despeinara las arenas.

Hoy es un día de amores condenados ya que así me siento, condenado a no volver a sentir, condenado a estar solo, condenado y pesimista sobre mis actuaciones de a futuro.

Es como si el mago y su bola de cristal me hubiera detectado toda una ola de acontecimientos negativos y ya los supiera.

Los hijos y las hijas tuve todos los nombres, unos fueron Luis Fernando, otros fueron Annelore Eliza y Irene Samanta a todos ellos, en este momento siendo espermatozoides y pensando que pudieran ser infértiles todos ellos, viendo oportuno tocar todos los días esa pequeña bola en el vientre de una única mujer perfecta, viendo oportuno leer todas las noches pequeños relatos e historias que se me venga a la mente en tan poco instante. Y a punto de dormir en un sueño escuchar a chopin y sus líneas delgadas  entre la estrategia del arte y el acontecimiento de un sentimiento.

A Irene Samantha quería enseñarle a cambiar llantas, a dibujar, a leer poesía a que fuera heroína y supernatural como si existiese sin necesidad de nadie.

A Annelore le enseñaría lo mismo y viceversa, de extraer los caracoles del norte de mi ciudad y por todas las playas en donde fueron muertos y tan solo quedan las chapas de recolección. Habría un álbum de chapas de corales y fotos de cada recolección, de cada picadura y una infección.

A enseñarles a manejar un auto con 10 años, a llorar una caída y levantarse de ella, a sumergirnos en una poesía adicta de Neruda y Walt Whitman y cabecear todas las noches después de crear una obra teatral y castillos de cartón coloreados de sonrisas suyas y las de su madre y poder guiarle su cabeza somnolienta a sus almohadas después de los efectos ebrios de un batido de noche y de leche.

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